En las heridas que se generan dentro de las relaciones
de pareja, suele haber un efecto espejo, a través del
cual cada uno de las partes ve en el otro esas
circunstancias del pasado que todavía están causando
cierto dolor interior y por ello suelen actuar de manera
insatisfactoria frente a la pareja, por ver en ella, esas
partes de si mismos que todavía hay que sanar.
Podemos observar que hay ciertas dinámicas de
relación que generan sufrimiento, que sabotean
nuestras relaciones e impiden que crezca el amor
y la intimidad en la pareja.
Generalmente conocemos esos patrones porque
los hemos experimentado muchas veces.
Pero aunque los conocemos y queremos evitarlos,
seguimos repitiéndolos.
Estos patrones son solamente la punta de un iceberg.
No es suficiente con ver la parte visible del problema.
Para crear relaciones más conscientes, armónicas
y nutritivas necesitamos ver el iceberg completo.
El origen de los patrones y las dinámicas de
codependencia son nuestras heridas emocionales.
Heridas antiguas, secuelas de carencias, invasiones
y experiencias traumáticas no integradas de nuestra
infancia y adolescencia.
En las relaciones de pareja buscamos inconscientemente
colmar las carencias de nuestro niño/a interior herido/a.
A través del amor y la intimidad anhelamos nutrir y sanar
nuestro corazón. Pero, inevitablemente, la relaciones
provocan el dolor, el temor y las heridas que albergamos
en nuestro corazón. Al principio de la relación estamos muy
ilusionados y esperanzados porque creemos que el
otro puede darnos el amor que necesitamos.
Pero antes o después empezarán a manifestarse nuestras
heridas e inseguridades:
el miedo a perdernos en la relación, a ser usados,
invadidos o abandonados; bloqueos, vergüenza,
sentimientos de carencia y desvalorización, tristeza
y rabia. Un malestar y una ansiedad que, cuando no
gestionamos adecuadamente, genera desconfianza,
reproches, conflicto, rechazo o dependencia.
El primer patrón de codependencia que observamos
en la relación de pareja –consecuencia de las heridas
emocionales de nuestro niño/a interior–, es una
polarización. Esto es, un miembro de la pareja
empieza a sentir carencia de amor y se vuelve
“dependiente,” mientras que el otro se siente
sofocado por la necesidad o las expectativas de
su pareja y se vuelve “rechazador.”
El rechazador cree que el problema lo tiene el otro
por albergar demasiadas expectativas.
Mientras que el dependiente cree que el
rechazador se escuda con una coraza para no abrirse
realmente. Ambos tienen parte de razón, pero la
solución no pasa por intentar cambiar al otro.
Aunque lo viven de forma muy distinta, los dos
miembros de la pareja se sienten traicionados en
sus necesidades y se acusan mutuamente por su
malestar y por los problemas de la relación.
El dependiente reclama más tiempo compartido,
amor y compromiso, mientras que el rechazador
quiere más espacio, desapego e independencia.
Este desencuentro genera mucha susceptibilidad
y dificultad para abrirnos, ser vulnerables y
conectar íntimamente.
Sin un esfuerzo por ambas partes para traer
consciencia y responsabilidad a las heridas y
temores que están aflorando, la relación entrará
en una espiral de reproches, dolor y desamor
que conducirá a la ruptura.
Además de estos patrones, cuando no se ha
sanado los vínculos familiares, para tratar de
conseguir amor utilizamos unos roles.
Algunas personas buscan el amor “queriendo
ayudar,” asumiendo un rol parental,
comportándose como padre/madre, maestro,
cuidador, salvador o psicólogo de su pareja.
Mientras que el otro/a tiende a empequeñecerse,
a delegar su responsabilidad, a volverse
“niño/a,” a
tomar un rol filial.
Al principio de la relación ambos miembros
de la pareja pueden sentirse muy a gusto
interpretando su rol. Los dos se alegran de
haberse encontrado, porque aparentemente
se complementan muy bien.
Pero el desequilibrio que generan roles,
unido a la falta de contacto y responsabilidad
con aquello que disfrazan los roles, dañan
la autoestima, la confianza y la intimidad.
Ello hace que se generen 4 patrones
-Aceptación
Viene detrás de una herida escondida de culpa,
rechazo y vacío.
Que solo podrá sanarse perdonando y valorándose
a si mismo.
-Afecto
Viene detrás de una herida escondida de soledad
y abandono.
Que solo podrá sanarse soltando el apego que
se tiene hacia la pareja.
-Respeto
Viene detrás de la herida escondida de
la humillación.
Que solo se podrá sanar cuando la persona
se reafirme a si misma y deje de tener un
papel servicial.
-Reconocimiento
Viene detrás de la herida escondida de
la frustración y la desconfianza.
Que solo podrá sanarse cuando la persona
sea consciente de sus carencias.
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